“Reflexión sobre fumigaciones y agroquímicos en SADA”

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Una distinción muy usual en nuestra vida cotidiana es aquella que separa entre hechos e interpretaciones. Una cosa sería “lo que efectivamente ocurrió” y otra distinta “las lecturas que se realizan sobre lo ocurrido”. Se dice así, muchas veces, que el hecho es único y que las interpretaciones son múltiples. Esta diferencia ha sido criticada en diversos ámbitos del conocimiento. Sin embargo, no nos interesa entrar aquí en un debate filosófico extenso. Vamos a usar la distinción como herramienta de reflexión sobre nuestra realidad como habitantes del Partido de San Antonio de Areco y como recurso para juzgar sucesos recientes.
Si nos basamos, como decimos, en las categorías presentadas, es un hecho que el pasado viernes 01 de septiembre la localidad de Duggan se vio cubierta por una nube de agroquímicos producto de una deriva proveniente de una pulverizadora terrestre emplazada en un campo lindante a la zona urbana. Es un hecho también que numerosos vecinos y vecinas se vieron afectados en algún grado, ya sea por haber presentado síntomas físicos o por miedos o angustias de no saber qué hacer o a quién dirigirse. Es un hecho asimismo que no existe ningún protocolo en San Antonio de Areco que indique cómo accionar frente a casos de intoxicación por agroquímicos. Es un hecho, finalmente, que el viento soplaba en dirección al pueblo y que el aplicador en cuestión no presentaba autorización ni receta agronómica que pudiera indicar qué estaba esparciendo en el ambiente.
Otro suceso reciente involucra la calidad del agua de nuestro río Areco. La ordenanza 3919/2014 establece que “cuando en los lotes a tratar, en sus cercanías o zona de aprovisionamiento de los equipos, hubiera viviendas, cursos de agua o abrevaderos de ganado, el aplicador deberá extremar las precauciones para evitar las contaminaciones”. Sin embargo, es un hecho que en el agua superficial del río se hallaron unos 25 plaguicidas diferentes en la extensión que abarca desde Puente Quemado hasta el camping “La Porteña”. Es un hecho que a la altura del Puente Viejo, donde se bañan cada verano muchos chicos y chicas, se hallaron 16 de estos productos. También es un hecho que varios metales superan los niveles de referencia para la protección de la vida acuática y como fuente de bebida humana de acuerdo a la normativa vigente.
Ahora bien, reconocidos los hechos, entramos en el terreno de las interpretaciones. La deriva de agroquímicos en Duggan (que hay que decir que hasta el día de hoy, 06 de septiembre, no se dieron a conocer cuáles eran) fue tratada desde las autoridades municipales como un caso de “fumigación ilegal”, como algo excepcional dentro de unas prácticas y un orden controlados. De hecho, ya anunciaron haber iniciado “actuaciones sumariales para la aplicación de severas multas a quienes resulten responsables”. A su vez, informaron que intervinieron la Secretaría de Seguridad, la Dirección de Ambiente, la Secretaría de Salud y la Secretaría de Educación. La excepcionalidad del caso fue también reconocida por la Secretaría de Desarrollo y Producción, que indicó poseer “un bibliorato lleno” de formularios de intención de aplicación. A la pregunta de si el municipio efectúa los controles correspondientes, la secretaría respondió afirmativamente, señalando que “el equipo de inspección participa y en caso de excederse, hay una junta evaluadora”.
La interpretación ofrecida por las autoridades llega a los oídos de la comunidad en una forma semejante a lo siguiente: “Vecinos y vecinas: lo acontecido en Duggan fue algo ilegal y excepcional. Pueden quedarse tranquilos y tranquilas de que la producción con agroquímicos está siendo monitoreada por las autoridades y tenemos todos los avisos de fumigación correspondientes. Acá simplemente hubo una persona que no siguió las buenas prácticas agrícolas y que realizó una pulverización indebida”. Bárbaro. Pareciera que podemos, entonces, quedarnos muy tranquilos y tranquilas.
Pero, momento. Pausa. ¿Y los 25 plaguicidas en el río? ¿Por qué están allí? ¿Cómo llegaron? Pasamos nuevamente de los hechos a las interpretaciones. Hasta el momento, no contamos lamentablemente con una interpretación por parte de las autoridades sobre ese hecho. Sin embargo, desde nuestro espacio ofrecemos algunos elementos para pensar y construir una interpretación colectiva.
Para empezar, hay que coincidir en algo: los plaguicidas no deberían estar en el río. Ningún plaguicida es inocuo más allá de la clasificación o el color que se le asigne. Que estén en el agua representa un peligro y una amenaza para el ecosistema y para nosotros y nosotras. Ahora bien: ¿por qué llegaron hasta el agua y hasta los sedimentos del río? Exploremos posibilidades.
Primera posibilidad: los agroquímicos llegaron al agua porque, al igual que en Duggan, no se están cumpliendo con las buenas prácticas agrícolas. Las pulverizaciones en los campos lindantes no se están realizando en las condiciones apropiadas y, por esa razón, los agroquímicos llegan al agua. Pero si esta es la respuesta, entonces, el caso de Duggan no puede ser tratado como una excepción. Por el contrario, en nuestra localidad habría más fumigaciones ilegales. Y si esto es efectivamente así, resulta falso que el municipio ejerza un control adecuado sobre las fumigaciones que se realizan en nuestro territorio.
Segunda posibilidad: el municipio sí realiza un control apropiado de las pulverizaciones de acuerdo a lo que estipula nuestra ordenanza 3919/2014. Pero si este es el caso, entonces, poseemos una ordenanza inadecuada que no protege al ambiente ni a la población de los riesgos asociados a la exposición de agroquímicos. El manejo de los productos y las distancias de pulverización permitidas no evitan que estos productos lleguen al río o nos afecten a nosotros y nosotras.
Cualquiera sea la interpretación que encontremos a los hechos de las últimas semanas, lo que está muy claro es que se necesita de una transformación de las prácticas establecidas.
¿En qué escenario nos encontramos? Si seguimos la interpretación de las autoridades y efectivamente se encuentra todo bajo control, debemos modificar nuestra ordenanza. Si la interpretación que ofrecen las autoridades no es la correcta, no estamos siendo cuidados ni cuidadas porque no hay una correcta fiscalización y control sobre lo que se tira a nuestro ambiente y cómo.
Quizás, ambas interpretaciones tengan algo de cierto. Tal vez, los controles no son eficientes y la ordenanza tampoco nos protege. Nos cuesta no interpretar que habiendo tantas localidades en nuestro país viviendo situaciones similares no sea un problema intrínseco al modelo productivo que implementamos en nuestro territorio. Existen alternativas. Existe, por ejemplo, una “Guía de Agroecología para Municipios”, desarrollada por la Dirección Nacional de Agroecología de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca, Ministerio de Economía de la Nación. ¿Cuántos hechos más necesitamos para interpretar que hay que iniciar ese camino?
Fuente: Asamblea Socioambiental de San Antonio de Areco