“Los amigos no se gastan, al menos que no los uses porque todo lo que se usa, se gasta”
Ese es el lema que tiene Ángel Marcelo Barreterreix, o como muchos le dicen “Patita”. Nacido en Bolívar hace 51 años, este hombre viene a nuestro pago hace 33 años a vender almanaques o tarjetas de fin de año, pero realmente viene a saludar a todos los amigos que se hizo en todo este tiempo.
Miércoles 23 de noviembre, 17 hs, Plaza Ruíz de Arellano. Ese fue el lugar destinado para comenzar a charlar de su vida, su historia pero lo más importante fue que él me enseñó a no quejarme por cosas simples.
Marcelo tuvo un accidente ferroviario en 1980, donde un tren le amputó las dos piernas cuando tenía apenas 15 años. A partir de esto, se dirigió a la ciudad de Mar del Plata a rehabilitarse y cuando volvió al año siguiente a su ciudad, lamentablemente no encontró trabajo, y es ahí donde decidió salir a trabajar de vendedor. Fue a raíz de su accidente que desarrolló su parte laboral como un experimento, porque a los 17 años se encontraba en silla de ruedas trabajando para salir adelante. “Ahí valoré lo que tenía en mi alma y en mi cuerpo, perdí las dos piernas pero me quedo la vista, las manos, las ganas, oír, hablar y todo eso me impulsó a tomar un envión anímico más”, comentó Marcelo en una hermosa entrevista realizada en un banco de nuestra Plaza Principal.
A los 17 años decidió empezar a viajar, “Patita” cuenta que la gente le abrió las puertas de los hogares, y ahí sintió que iba a ganarse la vida con dignidad. “Fui creciendo año a año, ya que a veces uno no sabe cuántas oportunidades voy a tener de poder ser feliz y lucharla con una capacidad diferente”, explica.
Cuando le pregunté por qué la gente le abrió sus puertas, Marcelo respondió que -quizás, a ellos le impactaban sus pocos años, porque solo tenía 17 años, su rostro fue de una persona muy feliz y con buena onda, yo los ayudé con educación y respeto, me compren o no, ello dedican su tiempo en escucharme. Seguramente, el ser trasparente lo ayudó muchísimo, hace 33 años que viene. “Un día nos conocimos con Daniel (Bosco) en una carrera de Turismo Carretera, siempre fui muy fierrero y un día, después de que se diera una charla con él, me aparecí en Areco. Le di una grata sorpresa para él y su pueblo. Uno viene a dejar un espíritu de vida, yo le digo a la gente que soy como el médico, les cobro la visita: ´es mi buena onda, un feliz año y que la gente te vea con las ganas que uno tiene de vivir, por un día les cambio el semblante de su aspecto´”, contó -siempre con una sonrisa- Marcelo.
La continuidad de su proyecto -como él dice- fue que supo que quería vivir de esto, hizo un doble esfuerzo en cuidar su educación, su respeto y los precios (se ríe) y como persona con discapacidad, eso tiene mucho que ver. No es lo mismo que te digan $100 a que te digan $10 y la gente me dice ´no ganas nada´, ¿cómo que no? digo, me estás recibiendo, ganas en el corazón, menos en el bolsillo y más en el corazón. Así pudo ayudar a su familia, tener su hogar y su auto. Construyó una gran familia, uno da algo sin darse cuenta y lo mejor que te puede pasar es que lo des, porque lo sentís.
“Yo tengo un lema: los amigos no se gastan, al menos que no los uses porque todo lo que se usa, se gasta. Creo que es muy importante, porque la gente valoró mis ganas, mi voluntad y mi respeto, ahí fue que hice amigos”, sinceró Marcelo
Arrancó un año antes de la democracia, ya que hace 33 años que viene a Areco a vender almanaques, y comenzó con los de Alfonsín. “Patita” explicó que no está en los planes de nadie lo que le sucedió, después de haber perdido las dos piernas, recuperar semejante fuente de felicidad, de compresión, de amabilidad hacia mi persona, me gané un lugar, el respecto de los municipales, de los chicos de los bancos, de los supermercados y de todo el centro en general, yo a las 7 de la mañana ya estoy trabajando.
Regresando un poco en el tiempo, le pregunté por su familia, ya que él nombraba todo el tiempo esa palabra, y contó que perdió a su papá luego de sufrir del corazón y su mamá a causa de un cáncer de pecho. Tiene seis hermanos y el más chico tiene síndrome de down, pero es un genio, increíblemente bárbaro (comentó Marcelo). A los 20 años sus padres se separaron y dos amigos le hicieron una pieza, cocina y baño y allí se llevó a vivir a su mama y sus hermanos. “Las ganas de salir de ese momento, creo que Dios puso la mano y yo el cuerpo, y nunca me pesó. Tuve a cargo seis hermanos dictado por un Juez. Ahí evalué la posibilidad de madurez. Tuvimos la paz entre todos, había en el ambiente cordialidad”, recordó.
– ¿Qué es lo que te llevas de Areco cuando venís? “Mucho cariño, de hecho de la Provincia de Buenos Aires siempre elijo Areco porque siento que en este pueblo recibo lo que doy, buena onda, cariño, una palmada, un mate… un mimo y creo que eso es lo uno siempre anda buscando. Crecí de golpe, nunca fui chico, siempre fui grande y hoy disfruto de mi niñez, de mi adolescencia por los cariños, por lo mimos y está bueno porque uno de grande valora mucho más. Que bueno que hoy que la gente me dio la posibilidad de vivir con dignidad y de recuperar algo que no viví, no que perdí, sino algo que no viví”, sintetizó Marcelo.
Llegando hacia el final de esta entrevista, esta charla, le pregunté si alguna vez tuvo miedo, y me respondió que jamás tuvo miedo, soy una bestia. “Jamas le tuve miedo a nada. Siempre lo hice por placer a todo, y ahí esta la inconsciencia. En busca de la felicidad uno va por estar mejor con uno mismo y después poder compartirlo”.
– ¿Que es la vida para vos? Todo. Nunca voy a poder agradecer que me hayan traído a la vida porque cuando uno empieza a tener uso de razón, empieza a elegir para que lado de la vida queres ir. Creo que la vida esta muy buena, me ha costado mucho todo, tal vez no he disfrutado porque en demasía he trabajado y eso me ha quitado un poco de tiempo SOLAMENTE, que te falten las piernas es muy poco, no es tanto. Es la vida.
Marcelo cree que le queda algo pendiente en la vida, que es poder hacer docencia gratis, dar charlas. El problema, o quizás no, es que la gente está muy ocupada y tal vez los tiempos económicos no son buenos, pero no pierde las esperanzas, ojala, dice, pueda venir y trabajar un rato a la mañana y después dar una charla.
“Tengo muchos amigos y me costaría mucho dejar lo que estoy haciendo. Agradecerle a todo el pueblo, su tiempo, su voluntad de darme una mano pero fundamentalmente por abrirme todas sus puertas. De la única manera que uno puede ser feliz es cuando te abren las puertas y te dan la oportunidad para que vos respondas con tus actitudes de buena persona. Gracias por todo lo que hacen por mi”, finalizó -siempre con una sonrisa- Ángel Marcelo Barreterreix, o como muchos le dicen “Patita”.
Camila Pannunzio