Una mirada que no se puede esquivar: Lo que le pasa al país, le pasa a Areco: educación, salud y el grito en la calle
⌛ Tiempo estimado de lectura: 4 min
“Los lápices siguen escribiendo y cada vez menos se atreven a ignorar lo esencial: una universidad que abre caminos, un hospital como el Garrahan que es orgullo nacional y una salud pública que sostiene la vida cotidiana de millones.”
Lo que ocurrió en el Congreso no fue solo un revés legislativo para el presidente Javier Milei: fue también un espejo donde San Antonio de Areco quedó expuesto. Porque mientras en Buenos Aires la UNSAdA marchaba, hacía un apagón simbólico y levantaba la voz por la universidad pública, en el plano local el municipio eligió callar.
El contraste es evidente. La UNSAdA se paró en defensa de la educación y de la salud, recordando que no hay futuro sin instituciones que garanticen igualdad. Del otro lado, el intendente Francisco Ratto –que construyó su vida política y académica dentro de la universidad pública- no emitió palabra. Ni en redes ni en declaraciones oficiales. Silencio total en un momento en que Areco necesitaba una posición clara frente a medidas que impactan directamente en sus vecinos.
La salud en Areco depende del municipio. Y, sin embargo, los recortes nacionales en insumos, programas o derivaciones al Garrahan golpean de lleno en la vida de miles de familias locales. Que ninguna autoridad se haya manifestado en defensa de ese sistema, salvo un puñado de vecinos que se acercó a la Plaza Principal, marca una grieta política difícil de disimular.
El silencio no es neutral: tiene peso propio. Y en este caso, se lee en clave política. Ratto, alineado con la alianza de La Libertad Avanza, optó por no incomodar al espacio que promovió los vetos. Esa decisión deja a Areco sin una voz institucional que defienda lo que a la comunidad le es vital: su hospital, su acceso a la salud pública y la posibilidad de que los niños y niñas reciban la atención que necesitan en un Garrahan que es orgullo nacional.
También aquí vale una aclaración: la UNSAdA no es de un dirigente, por más visible que haya sido la gestión que la impulsó. Francisco “Paco” Durañona cumplió un rol clave en su creación, sí. Pero la universidad pertenece a sus estudiantes, a sus docentes y a sus directivos, no a un ex intendente ni a un partido político. Confundir esto es un error: las instituciones públicas se sostienen en el tiempo porque trascienden los nombres propios.
Areco fue elegido como sede porque tenía las condiciones productivas, sociales y culturales para serlo. Y hoy lo que importa no es mirar al pasado con sello partidario, sino defenderla como lo que es: un patrimonio colectivo.
En Areco, la UNSAdA levantó la bandera que el municipio eligió dejar caer: la defensa de la salud y de la educación pública. Esa diferencia no es menor: marca un límite político y ético. Porque las instituciones no son patrimonio de un dirigente, sino de una comunidad que sabe que, sin universidad y sin hospitales, no hay futuro posible.





