¿Se apaga el carnaval arequero? Preocupación por la caída de participantes
Los históricos corsos de San Antonio de Areco, una de las tradiciones más queridas y antiguas de la ciudad, atraviesan un momento de incertidumbre. Año tras año, la participación disminuye y entre los protagonistas crece la sensación de que la fiesta popular más emblemática del pueblo podría estar entrando en una etapa crítica.
Jonatan Farías, que sigue el legado de su familia en el carnaval, lo sintetiza con una frase que duele: “Yo vine a pedir una sola cosa: respeto. Mi apellido es reconocido por otras cosas y lamentablemente lo apegaron a eso y a mí me dolió porque encima que estoy poniendo mis manos en esto, duele”.
La caída no es nueva. Quienes compiten y trabajan detrás de cada carroza, cada disfraz, cada presentación, vienen observando cómo el entusiasmo se reduce y cómo, en palabras del propio Farías, “cada vez somos menos”. Lo dice desde la experiencia, pero también desde una herida personal: siente que parte del deterioro se debe al desgaste interno, a la falta de reconocimiento y a conflictos que lo han afectado directamente.
El carnaval, explica, es un trabajo enorme que no se paga con dinero: “Lo hice toda mi vida con mi familia. Yo pongo mi tiempo, mi trabajo, mis manos… es pasión, no hay otra”. Esa pasión contrasta con el clima que vivió el año pasado donde se sintió maltratado y desvalorizado.
Farías reconoce que existen agrupaciones con mayor estructura, como la familia Bessonart, a quienes admira profundamente: “Si alguien va al Galpón va a ver el movimiento que son… ellos lo hacen todo con sus manos y están cansados igual que nosotros”. No habla de competencia económica, sino de compromiso. Por eso insiste en que la única salida es organizarse, formar una asociación de carnavaleros que permita sostener cantinas y generar fondos propios. Algo que -dice- está en discusión hace años, pero nunca termina de concretarse.
La mirada de Cultura: crecer, sumar y sostener una tradición
La directora de Cultura, Victoria Sforzini, señala que la baja participación en reuniones y pre instancias de organización no siempre significa desinterés, pero sí refleja la necesidad de fortalecer el espacio.
Para ella, la clave está en ensanchar la base social del carnaval, trabajar con escuelas y nuevas generaciones, y entender que el recambio no ocurre solo: “Entre todos tenemos que buscar la forma de generar cosas para que las nuevas generaciones se vayan involucrando.” Sforzini recuerda que en otros lugares el carnaval ha desaparecido, y en muchos más sobrevive con dificultades similares a las de Areco.
Sobre lo económico, reconoce que siempre es un factor, y confirma que este año el municipio duplicará los premios, llevándolos a 10 millones de pesos: “Uno sabe que si divide eso en la cantidad de participantes no es suficiente… pero siempre cumplimos con subir al menos el 50%.” Aun así, insiste en que el motor verdadero del carnaval es otro: “Ellos aman el carnaval. Hay que cuidarlos, respetarlos y escucharlos.”
¿Un futuro posible?
El carnaval de Areco se mantiene en pie por la pasión de quienes lo sostienen, pero esa llama muestra señales de agotamiento. La falta de organización colectiva, los conflictos, la sensación de soledad de algunos protagonistas y la ausencia de un trabajo anual sostenido parecen combinarse para poner en riesgo una tradición centenaria.
El propio Farías lo expresa con crudeza: si no se toman medidas concretas, el número de participantes podría seguir cayendo hasta quedar en “tres, cuatro… capaz que uno… capaz que nadie”.
La directora de Cultura intenta mantener el optimismo, apostando a que nuevos participantes se sumen, como suele ocurrir cada año. Pero es inevitable: ¿Estamos llegando al punto en que los corsos de San Antonio de Areco comienzan a apagarse?
Por ahora, la respuesta es incierta. Lo único seguro es que, si el carnaval se salva, será por quienes lo aman lo suficiente como para seguir poniendo sus manos -y su corazón- en él, pero también por un Estado municipal capaz de acompañar ese esfuerzo enorme con políticas, recursos y compromiso sostenido. Porque esta fiesta se sostiene con tiempo, con trabajo, con dinero, con pasión… y nadie puede cargar con todo eso en soledad.
