Andrés Antonelli: traje, humor y amor por la democracia

Este domingo de elecciones en la provincia de Buenos Aires, dentro de la segunda sección electoral, la jornada transcurre con calma en San Antonio de Areco. El pulso cívico late sereno, aunque con la fuerza simbólica que cada votación carga sobre los hombros de la historia.
En esa trama, hay escenas que se convierten en postales entrañables: en la esquina de Arellano y Mitre, un vecino se transforma, cada elección, en la encarnación viva de la democracia. Andrés Antonelli, ya exento por edad de la obligación de sufragar, elige igualmente vestirse de traje y acercarse a las urnas. Su presencia, impecable, se repite elección tras elección, como si de un ritual se tratara.
La mañana lo encontró de buen humor, con su típica elegancia y chistes listos. Esta vez se rió de los “anteojitos cancheros” que se calzó para la ocasión, como parte de ese personaje entrañable que ya es costumbre ver en cada votación. Entre risas, dejó en claro que para él el voto ya no es un deber sino un gusto: lo ejerce porque le da alegría y porque lo siente parte de su historia.
Quizás sean quienes atravesaron las etapas más ásperas de la Argentina los que mejor comprenden que la democracia nunca debe darse por sentada. En su figura se resume ese mensaje: mientras algunos naturalizan el acto de votar porque nacieron en democracia, otros lo viven como una fiesta cívica irrenunciable.
En Areco, cada elección tiene su postal, y esta vez, una vez más, esa postal tiene nombre y traje: Andrés Antonelli, parado en su esquina de siempre, recordándonos que votar, aún sin obligación, también puede ser un acto de amor por la democracia.