Solís, hermano querido: 131 años de historia compartida

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Hay pueblos que nacen del paso, y pueblos que se quedan para siempre. Solís nació cuando pasó el tren, como tantos otros rincones de esta llanura infinita, pero no fue un punto más en el mapa. Fue estación, fue galpón, fue cosecha, fue agua para el ganado. Fue encuentro. Y con el tiempo, fue casa, fue plaza, fue escuela, fue barrio, fue vida. Fue pueblo.
A 10 kilómetros apenas de Areco, en esta tierra donde la historia se siembra como el trigo, Solís fue creciendo paso a paso, entre el silbato del ferrocarril y el saludo de vecinos que aún hoy comparten el mate en la vereda. Porque Solís es nuestro también. Aunque pertenezca administrativamente a San Andrés de Giles, en el corazón de Areco lo sentimos hermano. Un pueblo que late en la cercanía del campo y la tradición.
La estación del tren fue su origen y su identidad. En esos galpones que aún guardan ecos de trabajo, se bajaban alimentos, se cargaban cosechas, se daba de beber al ganado. El tren no solo traía mercadería: traía futuro. Detrás de cada riel, vinieron las familias que fundaron Solís con sus manos y sus sueños. Esas personas que, sin nombre en los libros, hicieron de este lugar una comunidad.
Solís cumplió 131 años y mira hacia adelante. Con asfalto, con servicios, con tres mil habitantes y una vida nueva que se mezcla con la de siempre. El paisaje ha cambiado, dicen los de antes, pero la esencia persiste: en la plaza, en la canchita, en los abrazos que no se piden y en las fiestas que se celebran a cielo abierto.
Este aniversario encontró al pueblo vestido de fiesta: artesanos, emprendedores, música, mate, sol. Gente que vino de lejos y vecinos que nunca se fueron. Porque Solís está creciendo, sí, pero sin olvidar sus raíces. La autovía lo acerca aún más a Areco, y no solo en kilómetros: lo acerca como proyecto, como idea, como sueño compartido. ¿Y si un día también fuera parte del circuito turístico rural que nace en la capital de la tradición y se expande a su alrededor? Sería justicia para un pueblo que tiene todo para ofrecer.
Solís está de pie. Con memoria, con esperanza, con ganas. Y nosotros, desde Areco, lo abrazamos en este cumpleaños como se abrazan los hermanos: con orgullo, con afecto, con la certeza de que su historia también es parte de la nuestra.