Made in IA

por Jimena Ruiz

Tiempo estimado de lectura humana 5 minutos. La IA ya terminó pero todavía no entendió por qué duele

(Cuando el poder confunde una herramienta con una mente, el problema no es la inteligencia artificial: es la falta de autocrítica humana)

Durante una entrevista con Ricardo Sceppacuercia y Daniel Bosco, cuando se le preguntó por sus dichos sobre Ernestina Peralta, el intendente Francisco Ratto respondió con ironías y descalificaciones.
La acusó de “operar políticamente” por haber sido candidata a intendenta, cuando en realidad se trata de una vecina que reclama como inundada y que -junto a otros habitantes de barrios afectados- viene exigiendo respuestas y un protocolo de emergencia claro.
En lugar de atender el reclamo, el intendente eligió deslegitimar a la persona que lo formula, reduciendo una demanda ciudadana a una supuesta maniobra partidaria.
Y remató con una frase que intenta suavizarlo todo: “Uno no puede hacer una expresión coloquial que todo el mundo se ofende.”

Pero no, intendente: no es una expresión coloquial. Es un agravio.

Acusó a esta productora de comportarse “como la Gestapo” y de usar “inteligencia artificial para mentir”.
Cuando los periodistas lo invitaron a reflexionar, no sólo evitó responder, sino que redobló el desafío: “Les voy a empezar a poner pequeñas trampitas para que vayan cayendo”. 

Más adelante, agregó una frase dirigida a su entorno:

“Acá está Vanesa -refiriéndose a Vanesa God, su jefa de prensa, oriunda de San Andrés de Giles- y no sabe de qué estamos hablando”. 

Si la jefa de prensa del propio intendente no está al tanto de lo que su jefe declara públicamente en otros medios, el problema no es de los periodistas.
Tal vez  sea desinformación interna, o una gestión de prensa desconectada de la realidad que debería acompañar y contener al funcionario, no exponerlo.

Un intendente no es un vecino más con micrófono.
Es la máxima autoridad política y administrativa del distrito, la voz institucional de toda una comunidad.
Sus palabras no son inocentes: tienen peso, consecuencias y capacidad de daño.
Por eso, no puede ampararse en la excusa de la “expresión coloquial” ni en el recurso del “no se puede decir nada porque todos se ofenden”.

Cuando un funcionario elige la descalificación personal o la burla como respuesta, rompe el contrato simbólico de respeto con la ciudadanía.
Y cuando, además, lo hace en tono irónico o con expresiones violentas, lo que se erosiona no es la figura del periodismo: es la credibilidad del propio Estado municipal.

Decir que una productora periodística “es como la Gestapo” no es un chiste.
La Gestapo (Policía Secreta del Estado) fue la policía política del régimen nazi, creada en 1933. Su función fue perseguir, vigilar y eliminar toda forma de oposición al nazismo. Representa hoy un símbolo del abuso de poder y la anulación de derechos civiles bajo regímenes autoritarios.

Comparar a periodistas con la Gestapo es un exceso verbal grave, una banalización del horror histórico y una forma de intentar silenciar el control democrático que el periodismo ejerce.

A esa descalificación se sumó otro comentario: “Están orbitando el planeta Sensiblo”. 

La frase, popular en redes sociales, es una expresión irónica de burla hacia quienes se consideran “demasiado sensibles” u “ofendidos”.
“Estar orbitando el planeta Sensiblo” equivale a decir que alguien exagera sus emociones o se victimiza ante una crítica menor.
En este contexto, la usa para ridiculizar a la prensa, acusándola de no tener sentido del humor mientras él mismo reacciona con susceptibilidad ante las notas que lo incomodan.
La ironía se le vuelve espejo: quien está orbitando ese planeta es él.

Y ahí aparece la otra acusación: “usan inteligencia artificial para mentir”. 
Lo que parece una frase de moda es, en realidad, una versión tecnológica del viejo “ustedes inventan”. 
Confunde deliberadamente el uso de una herramienta con la pérdida de pensamiento crítico.

La diferencia entre escribir con una herramienta y escribir de verdad es abismal.
La inteligencia artificial puede asistir en tareas técnicas; ordenar datos, verificar fechas, corregir estilo o transcribir audios.
Pero el pensamiento crítico, la interpretación de los hechos, el contacto con las fuentes y la ética profesional siguen siendo humanos.

Lo preocupante no es la herramienta: es el uso de la mentira para tapar la falta de autocrítica.

 Guía rápida para detectar si un texto o video fue creado con IA 

  1. Si el texto incomoda al poder, probablemente lo escribió un humano.
    Las máquinas no saben olfatear el miedo ni detectar la hipocresía política.
  2. Si tiene contexto local, memoria de archivo y nombres propios bien usados, no lo hizo un bot.
    Las IA no recorren barrios ni escuchan testigos.
  3. Si el texto tiene ironía, ritmo y doble sentido, hay una mente detrás.
    Las máquinas pueden imitar el tono, pero no la intención.
  4. Si cita fuentes, contrasta versiones y pregunta incómodamente, es periodismo.
    La IA responde; no interpela.
  5. Si un intendente se siente aludido y sale a desmentir sin que nadie lo nombre, el texto fue más humano de lo que él quisiera.

Confundir una herramienta con una mente es tan absurdo como culpar al micrófono por lo que se dice en una conferencia.
La diferencia entre un periodista y una inteligencia artificial no está en la escritura solamente:
está en la conciencia de lo que se escribe y el coraje de firmarlo con nombre y apellido.

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