Hijo de Areco: Horacio Bertero, el orfebre de la boda Urtubey – Macedo
Uno de los detalles que genera más expectativa en un casamiento es, sin dudas, el atuendo de la novia. Con una belleza imponente y una figura escultural, Isabel Macedo acaparará hoy todas las miradas con un exclusivo vestido del diseñador Javier Saiach.
Según se pudo saber, la actriz lucirá un diseño hecho a medida en color manteca. Será ceñido al cuerpo, sencillo, lejos de lo ampuloso. Similar a la colección “Gaucho” del diseñador, donde abundan las transparencias en encaje, y que retoma las costumbres folclóricas. El diseño de Macedo reúne estas características. Aunque para cumplir con los requisitos de una verdadera novia andina, el sello diferencial estará en un accesorio de platería tradicional de Salta, realizado por el orfebre de la gobernación Horacio Bertero.
De orfebre a empresario, tras el camino de la plata
El artesano Horacio Bertero (57) se convirtió en hombre de negocios para comercializar sus piezas.
Nacido en San Antonio de Areco, el hombre logró convertir su gusto por la orfebrería y las tradiciones nacionales en un emprendimiento rentable y con gran potencial de desarrollo. Orfebre de la plata, tras un viaje iniciador por el Perú que le obsequió las técnicas para el vaciado de piezas en moldes de barro con mordientes de lana, Bertero cruzó el umbral de los 20 años, en su adolescencia bonaerense, trabajando como aprendiz en el taller de un platero de sus pagos.
Pero pronto quiso más, cuando se descubrió en el espejo de la vocación empresarial. Un estudio de mercado casero lo decidió a hacer las maletas. Buenos Aires, Bariloche y Salta, a su entender, aparecían como las plazas más prometedoras para desarrollar comercialmente su oficio. Y optó por la tercera. “A mediados de los ochenta, Buenos Aires y Bariloche eran importantes por lo que representaban para el turismo, pero elegí este lugar porque el salteño es el pueblo que más consume platería. Su gente es una gran conocedora del ambiente ecuestre”, justifica.
No se equivocó. Primero comenzó a vender algunas piezas en un pequeño taller, después instaló un modesto local junto a la casilla que franqueaba el ingreso en una playa de estacionamiento, pasó luego a un negocio en una galería y saltó, por último, a la esquina más codiciada de la plaza 9 de Julio, la más importante de su ciudad adoptiva. Y no es todo. Para resumir, ahora también cuenta con puntos propios de venta en el shopping local, en el de Mendoza y antes de fines de año desembarcará en Buenos Aires, con una boca en Palermo.
Durante 1998, Bertero facturó unos $ 300.000 y supone que todavía le queda bastante trecho por recorrer, antes de encontrar su techo. El secreto, dice, se resume en cuatro elementos: buena producción, buen precio, mucho marketing y venta directa.
Mientras que la mayoría de sus colegas -unos 260 en todo el país, según un censo de hace dos años- le vende su producción a un intermediario para que la ubique en los locales del ramo, Bertero se animó a montar su propia empresa.
Producción
Lo suyo se divide en tres. En lo que respecta a orfebrería civil, como la llama, destaca por sus juegos de cubiertos, bandejas, jarrones, tazas, bandejas y portarretratos. Su línea artesanal de platería gauchesca contempla espuelas, cuchillos, juego de riendas, taleros, rebenques y todo lo que tenga que ver con la vestimenta de los hombres de tierra adentro. Por último, la orfebrería religiosa lo convoca para realizar restauraciones por encargo, la mayoría de las veces por pedido de los párrocos locales.
Su arte no sólo encuentra buena recepción entre los consumidores particulares. El Ejército (“tengo clientes en los regimientos de todo el país”) y las oficinas de ceremonial del gobierno nacional y de las provincias lo requieren regularmente. A los militares los provee de cuchillos, medallas, llaveros. A los funcionarios, de piezas autóctonas para obsequiar a sus anfitriones en sus viajes al exterior.
Horacio Bertero recuerda como a uno de sus mejores admiradores a Víctor Martínez, vicepresidente de Alfonsín, que le compraba partidas de hasta 50 cuchillos para seducir a sus anfitriones en geografías lejanas.
Pese al éxito, el artesano sigue trabajando de sol a sol. En su taller sólo se dedica a las piezas grandes, cuenta con un equipo de colaboradores que trabajan desde pequeños talleres hogareños, y no renuncia a la tradición de fabricarse sus propias herramientas: “No se fabrican industrialmente porque no hay mercado para venderlas, así que no queda otra que hacerlas uno mismo”, explica.
Bertero tuvo la oportunidad de exponer y vender sus obras en Atenas, Varsovia, México DF y Turín, y en todas esas plazas recibió propuestas para exportar. Pero esto es algo que no lo convence demasiado. “El problema para vender afuera -razona- es el volumen. Los norteamericanos y los europeos exigen grandes cantidades de piezas, y eso me obligaría a fabricar en serie. Y ése no es mi negocio. Lo mío es la producción artesanal.”
Aporte: La Nación [Junio 1999]